¡Marchando una de matemáticas!
La autora, Elsa Santaolalla, hace una comparación de la adquisición de contenidos con la elaboración de una receta. Así, asegura que toda receta comienza con una buena base: el sofrito (que, en el ámbito de la educación, podemos relacionar con los conocimientos previos); nos cuenta aprendió a cocinar de su madre (al igual que nosotros, futuros maestros, aprendemos las claves de la enseñanza de nuestros profesores); prefiere que sobren los ingredientes y no que falten (también nuestras ganas y la variedad de recursos y metodologías cada día en el aula deben rebosar); dice que no tenemos que tener prisa, y que la manera de proceder en la elaboración será distinta en cada plato (como sucede igualmente en clase, pues existen tantas formas de enseñar o transmitir el conocimiento como alumnos, cada uno con su forma de ser, sus capacidades y sus necesidades).
Sin embargo, puede ocurrir con algunos platos que nos decepcionen o, todo lo contrario, que nos asombren por su rico sabor. Algo parecido sucede con el proceso educativo, y es que “las apariencias engañan”, pues aquello que no vemos a simple vista es realmente importante y tan imprescindible como el seguir los pasos de la receta.
También para aprender debemos ir pasando por unas fases. La primera de ellas es la manipulativa. Las manos serán así la herramienta perfecta para empezar a familiarizarse con las matemáticas, y los maestros debemos animar a nuestros niños a que las “manoseen”. Con estos recursos didácticos a su alcance, el alumno empieza a analizar todo lo que toca, ya que experimenta y tantea las infinitas posibilidades que el objeto le ofrece.
Después, entramos en la fase simbólica, en la que los niños pasan de las nociones más concretas al pensamiento abstracto y hacen sus operaciones matemáticas apoyándose también en los dibujos y demás representaciones.
Finalmente, y a su debido tiempo, llegaremos a la fase abstracta, protagonizada por los signos, es decir, los números. Después de haber comprendido este concepto, podrá empezar a memorizar o mecanizar algunas operaciones en matemáticas, siempre intentando que entienda lo que lee o se le muestra y disfrutando de ello.
Lamentablemente, las calificaciones y resultados académicos demuestran que algo falla en lo que a las matemáticas se refiere. Tal vez no dedicamos el tiempo suficiente a que el alumno manipule todo aquello con lo que se encuentra, lo cual definitivamente genera aprendizajes valiosos y genera la base de los aprendizajes posteriores.
Todo esto, sin duda, requiere de los materiales precisos con los que logremos llegar al alumnado. Y contamos con infinidad de ellos (algunos de los cuales están recogidos en nuestro “Pasapalabra”), por lo que no tenemos excusa para no utilizarlos en el aula.
Al final, si estamos convencidos de transformar la educación y el modo de enseñar esta asignatura y lo hacemos “despacito y con buenos alimentos”, podremos cambiar la actitud de nuestros niños hacia las matemáticas y abrir su apetito por aprender más.
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